sábado, 28 de agosto de 2010

Elsa & Fred

El amor no tiene edad. Esto lo sabrán muy pronto Elsa y Alfredo, una pareja madura que, en el Madrid de nuestros días, se encontrarán por casualidad y recorrerán un camino de sueños e ilusiones en una edad en que parece que ya todo se ha vivido. Ella, una argentina optimista que con sus dos hijos se refugió en España; es fantasiosa, alegre y optimista. Su deseo nunca satisfecho es entrar en la Fontana Di Trevi como aquella Anita Ekberg de "La dolce vita", mientras espera a su Marcello Mastroianni, que tarda en llegar.

Alfredo quedó viudo hace poco, y la tristeza y la soledad son sus únicas compañías. Su hija lo aloja en un departamento frente al que ocupa Elsa y un simple episodio cotidiano hace que sus existencias se crucen. Al principio la parquedad de él, que siempre fue fiel en su matrimonio y en el cumplimiento del deber, le impide comenzar una nueva amistad que se basa en lo simple y lo cotidiano: tomar juntos el té, pasear por las calles madrileñas, estar unidos entre diálogos amables. Alfredo, ya para ella Fred, no consigue superar el desconcierto y la angustia que le impuso la viudez.

Pero Elsa es tenaz y verborrágica. Es, en definitiva, un torbellino dispuesto a demostrarle que el tiempo que les queda de vida, mucho o poco, es necesario y hermoso para disfrutarlo como les plazca. Poco a poco, Fred cede frente a ese vértigo hecho de sonrisas, de palabras amables, de citas y de picardía. Aquel hombre encerrado en sí mismo se deja llevar por la intrepidez y la hermosa locura de Elsa. No saben si lo que nació es un amor otoñal o una amistad sin dobleces. Saben, sí, que sus días tienen un nuevo esplendor, una luz brillante que los unirá con fuerza y con devoción.

La historia de la pareja es cálida y bella en su forma y en su fondo, amparada por un guión al que la ternura y la solidaridad ponen sus puntos mayores en esa unión que habla de comprensión y de sueños alocados, en una edad en que la existencia ya va quedando cada vez más corta. El director Marcos Carnevale apostó a la simplicidad y a la emoción, y logró un film impecable que transcurre sin melodramatismo, sin golpes bajos y sin elementos accesorios que lo muevan de su pedestal de sentimientos y de cordialidad. Hay en la historia humor, un humor hecho de pequeñas cosas cotidianas. Y hay, además, una moraleja escondida que habla de la pasión sin edad, de la necesidad de hacer frente a los años con la mejor sonrisa y el mayor respeto posibles.

Para narrar este relato se necesitaban dos figuras de hondo carisma y gran talento. Y aquí están el español Manuel Alexandre, excelente en su primero perturbado y luego optimista Fred, y China Zorrilla, que aporta a su Elsa toda la ternura y la picardía que pedía su nada fácil papel. Ambos aportan una clase magistral de actuación, muy bien secundados por Blanca Portillo, Roberto Carnaghi, Gonzalo Urtizberea y, en personajes de menor relieve, Federico Luppi y Carlos Alvarez Novoa. A ellos se suman una excelente fotografía y una música que marca puntualmente este relato de vida y de sentimientos.

Un relato, en fin, que habla de saber vivir sin que importe el tiempo que aún resta transcurrir.







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